¿Estamos condenados?

Ayer tuvimos jornada electoral en Andalucía. Hubo gente que dijo cosas que hacen llorar a los niños chicos, cosas muy feas. Pero entre todas esas palabras feas y bonitas, quedó algo muy claro de todo el día. Estamos condenados. No sé si los andaluces o los españoles en general.

–Oiga, pero es que es lo que el pueblo ha decidido– me dicen desde el pinganillo.
Que razón tiene. Pero no justifica lo injustificable. No justifica que la ciudadanía andaluza haya seguido votando al bipartidismo que mantiene este régimen putrefacto que no hace más que conseguir sufrimiento para todos.

Ya después de reflexionar sobre el día de ayer, me quedo con una vivencia marcada a fuego en los sesos –como los que se te salen cuando de pequeño te hacías un corte o una herida–. Resulta que mientras estaba en el aseo haciendo cosas propias—del aseo, obviamente—, escuché los gritos del vecino. El pobre no hacía más que lamentarse y clamar. ¿Por qué?
Por lo visto, los resultados electorales le calaron hasta la pataleta. ¿Pero seguro que era de este día tan importante para los andaluces y de las elecciones que conllevaban?
–Claro, ¿por qué no?–pensé yo, al fin y al cabo el bipartidismo había ganado de nuevo. Llegó incluso a agredir un muro de carga del piso. ¡Y juro que noté como tembló el piso en las alturas del mundo!–Estamos locos, este tipo se ha tomado peor la derrota que yo. Que pena. Otra vez será–me dije iluso.

Claro, que ahora que caigo en ello, en el escrutinio de los votos mientras que lo seguía en la caja del diablo yo escuché como una exclamación de alegría de su parte.
–¿Por qué sería si luego al final de la jornada estaba tan decepcionado y se habían ido al traste?– pensé.

¡Ah! sí, gritaba, clamaba, lloraba y estaba airado por el fútbol. Qué cosas oigan.

Como dijo un conocido anoche: Andaluces resignaos. Total, igual en otros 35 años la cosa cambia, ¿no?

Jesús Fernández Jiménez

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